Azul Sociopolítica, Índigo Espiritualidad y Violeta Arte
en el Arco Iris del Ser, del Conocer y del Hacer
http://youtube.com/watch?v=towQGHe843c
ESCULTURA LENTA
Muchos manipulan árboles... y luego los venden...
Muy pocos aman y crean Bonsais... y jamás los venden...
Solamente quien ama a un Bonsai sabe lo que eso significa: Sabe que hay algo exclusivo e individual en la esencia de “su árbol”, puesto que éste es un ser vivo... Lo que está vivo evoluciona, crece y cambia. Por eso, quien ama a un Bonsai percibe que hay muchas formas en las que “su” árbol desea cambiar... Él ve “su” árbol, y en su mente se producen ciertas extensiones y extrapolaciones de lo que ve, y entonces comienza a hacer que sucedan. Echa agua aquí y luz allá; corta en este lado y estira con un alambre en aquel otro...
Pero... “su” árbol no es tan “suyo” como pareciera. “Su” árbol tiene una propia visión de sí mismo. “Su” Bonsai hará solamente lo que como árbol puede hacer y resistirá hasta la muerte el intento de que “su” creador haga otra cosa, o de que lo haga en menos tiempo del que le es preciso... Y planteará sus preguntas y sus demandas y rechazará abiertamente aquella visión del creador que no se corresponda con la suya... Y se rebelará a veces, si “su” creador se pone terco... contra el alambre, contra una determinada poda, o tal vez contra la poca o mucha agua, o el exceso o la pobreza de luz... Querrá incluso, a veces, que el cuchillo que corta una de sus pequeñas ramas corte también un poco en el dedo de “su” creador y que la savia suya y la sangre de “su” creador se mezclen y formen una especie de agua nueva y viva que haga que ambos, Bonsai y Creador, evolucionen, crezcan y cambien...
La tarea de dar forma a un Bonsai es, por lo tanto, un compromiso mutuo y una forma de cooperación... Un hombre no puede crear un Bonsai sin que éste lo acepte; un Bonsai no puede crearse a sí mismo sin la ayuda del hombre. Así que es necesario que ambos conversen... y se enseñen sus secretos mutuamente... y se comprendan... y tomen, juntos, las mejores decisiones...
El hombre que ama a “su” Bonsai lo memoriza en cada una de sus ramas, sus ángulos y sus hendiduras... Y, despierto de noche, a mucha distancia a veces, recuerda ésta u otra línea, y hace planes... Con alambres, con agua, con luz, con distintas inclinaciones, plantando hierbas que saquen parte del agua o raíces que crezcan bajo la tierra, le explica a “su” árbol lo que él desea...
Si la explicación ha sido correctamente planteada, y se produce la adecuada comprensión de lo que se busca, el Bonsai obedecerá y cooperará... casi siempre. Pues es inevitable que el árbol haga sus propias observaciones y busque una variación individual, nacida del respeto que él se tiene a sí mismo: “Muy bien, haré lo que tú quieres, pero lo haré a mi manera”... Para cada una de estas variaciones el Bonsai se hallará dispuesto a ofrecer una explicación a “su” creador y le hará comprender que tales variables habrían sido innecesarias si su comprensión hubiera sido más amplia...
Será siempre un diálogo paciente, lleno de sentido y de recompensas... revelador y creador, en ambos sentidos...
Por eso el Bonsai es la escultura más lenta que existe... y se llega a dudar de quién está siendo esculpido, si el Bonsai o el hombre que lo crea...
Es lo mismo -y mucho más- cuando un padre ama a su hijo o un maestro a su alumno o un terapeuta a su paciente o un servidor social o espiritual a quien lo sigue: La forma en que se hace algo es más importante que lo que se hace cuando están involucradas personas y se desea obtener resultados... La gente -todavía más que un Bonsai- es algo vivo y susceptible de evolución, de cambio y de crecimiento... Y así como al comenzar un Bonsai no suele ser el sano y fuerte el que se elige, sino que es el enfermo y retorcido el que puede llegar a adquirir la forma más hermosa, así -y más- sucede con un ser humano: quien presente aparentemente más carencias o irregularidades o durezas o rebeldías es quien puede llegar a ser el mejor hijo, el mejor alumno, el paciente más sano o el seguidor más responsable y comprometido... Esto es lo que tenemos que recordar cuando tratemos de hacer algo con la humanidad o con un ser humano...
Hay que echar agua en uno de los lados de esa hija... o girar hacia el sol a aquel alumno... o disminuir la humedad con un lienzo en esta enferma... o destensar el alambre que aprieta demasiado –o tensarlo si está muy flojo- en aquel grupo de seguidores... Hay que tratarles con un mayor y mejor amor que el que se tiene hacia un Bonsai... y se transformarán en la maravilla que hemos visto en ellos... siempre y cuando les dejemos ser ell@s mism@s... y si nos tomamos el tiempo y el cuidado necesarios...
Si hacemos eso... el hijo, el estudiante, el paciente, o el apóstol, nos comenzarán a ver a nosotros también como una especie de árbol... como algo vivo que también evoluciona, cambia y crece... tal vez con algunas ramas rígidas o retorcidas que les lastiman pero que tienen remedio... como alguien que pudiera convertirse en un papá, o en un maestro, o en un terapeuta, o en un servidor social o espiritual verdaderamente valiosos, confiables, dignos de amor y de respeto... Y comenzarán a soltar su agua en favor de nosotros... y su luz... y sabrán cortar aquí o allá... o jalar con la soga o empujar con el alambre... tal vez hasta decidan sangrar un poco y mezclar su sangre con la savia nuestra y logren formar así una agua nueva que nos haga crecer a ambos...
Y descubriremos, felices y orgullosos, que milagrosamente se han ido convirtiendo en lo que nosotros pretendíamos... y nos descubriremos a nosotros mismos transformados, también como un prodigio, en un Bonsai sorprendente y hermoso...
Y sabremos así, con toda certeza, que... dos árboles enfermos y retorcidos, padre-hijo, alumno-maestro, enfermo-terapeuta, servidor-apóstol... pueden y deben llegar a ser Bonsai uno del otro...
Hay muchos padres biológicos... pero papás hay poquísimos...
Hay muchos profesores... pero muy pocos maestros...
Hay muchos médicos... pero muy pocos sanadores...
Hay muchos líderes... pero muy pocos servidores de su pueblo...
Y tú... ¿qué o quién eres?... ¿Crees que dos árboles enfermos y retorcidos puedan alguna vez llegar a ser Bonsai uno del otro?
(Basado en “Escultura lenta”, de Theodore Sturgeon)
Álvaro, Universitario de
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